lunes, 21 de octubre de 2013

Lo peor, que nunca ha sido demasiado difícil conseguirlo


La soledad del partisano

… después de un cierto tiempo, no más del que él había calculado, cesó el estruendo y pudo asomar la cabeza. Otra vez había logrado refugiarse a tiempo. Lo peor, que nunca había sido demasiado difícil conseguirlo. Sopesaba si no sería mejor opción dejar que todo acabase de una vez. Un impacto. Uno sólo, chop! y… Au revoir, Sayonara, en el infierno nos vemos. Hasta nunca, preocupaciones. Además, pronto llegaría el frío y de su mano una muerte inexorable. ¡inexorable! Qué estúpida palabra… pero así sería, sin lugar a dudas: implacable, inapelable, inclemente, irrevocable…  lo dicho, inexorable… Podría sobrevivir quizás a las primeras heladas nocturnas pero cómo resistir al severo frío de finales de noviembre. Necesitaría sangre además. Así que qué demonios, ¿acaso importaba algo ya? Y sin embargo, a pesar de todo, irracionalmente y llevado únicamente por el instinto, había corrido a refugiarse, como siempre. Y como siempre a tiempo. Sólo por eso, en vez de yacer en un charco como les sucedía a otros, él estaba allí ahora: encorvado y aterido, mirando hacia el puente naranja, intentando descifrar de dónde salía la fuerza o el impulso que inevitablemente, una vez tras otra, le hacían poner el culo a salvo.
Si refugiarse no había sido difícil, cruzar el puente no iba a ser un juego de niños precisamente. Pero le parecía ridículo, después de todo, perder ahora la vida por pisar donde no debía. Un paso en falso y estaba acabado. Así que, sabiendo que le quedaban unos pocos minutos antes de que de nuevo llegase el peligro desde el cielo, comenzó a dar los primeros y prudentes pasos sobre el angosto puente anaranjado. Lentamente, con los pies fatigados por un esfuerzo al que no estaba acostumbrado, fue avanzando hacia la perspectiva de vivir unos pocos días más. A su cabeza, a medida que progresaba, comenzaron a acudir recuerdos de lo que había sido su corta vida. Primero sólo fueron confusas evocaciones de momentos imprecisos de su infancia. Leves sensaciones cargadas de un potente significado para él. En su cerebro revivió la fragancia a sangre caliente de su madre mientras les cantaba a él y sus hermanos. Sus oídos volvieron a percibir el familiar zumbido de las primeras clases de vuelo con su padre. Con la figura de su padre los recuerdos se volvieron más minuciosos y precisos y a la vez más emotivos y numerosos. A borbotones rememoró campos con trigo, cielos con nubes, charcas con peces, toallas colgadas al sol, los tobillos carnosos de la Señora O’Donnell y las malas pulgas de su perro, el olor a hierba mojada, cerveza caliente y bronceador con olor a caramelo, enormes moscas furibundas, fruta fresca en un frutero, luces cegadoras en las noches de verano…  Y entonces arreció la música en su cabeza y pudo evocar perfectamente el día que escuchó por primera vez “The partisan” de Cohen. Fue en ese momento que empezó a canturrear. Llevaba ya media canción cuando se dio cuenta de que había llegado casi al final del puente. Seguía vivo. Y lo peor es que, como siempre, no había sido demasiado difícil conseguirlo. Continuó cantando: “... There were three of us this morning; I'm the only one this evening; But I must go on; ...”. Las nubes anunciaban un nuevo chaparrón. De los ojos de Leonard empezaba a brotar una enorme lágrima de mosquito.
Lo mejor es leer el relato antes de ver la foto así que si lees esto antes de haberlo hecho, por favor, no hagas todavía click en la palabra lágrima de arriba. Cuando acabes el relato si haces click en ella podrás ver la foto asociada al mismo. Muchas gracias por hacerme caso.

jueves, 1 de agosto de 2013

domingo, 28 de julio de 2013

Bichos 2



Sol tras la valla
Pilates
 
Autopista 18k
 
Con un par... o más.
No le busques tres pies
 
... que tu padre y tu madre ya los sa-ca-rón.


Mira que bicho!!!
No quiero verlo...

miércoles, 24 de julio de 2013